Hacía casi un mes que no pasaba por aquí. Mi ausencia también se sintió al suspender mis habituales visitas a los compañeros «bloggers». Entre otras cosas, me olvidé del «reader».
Decidí tomarme un descanso para desarrollar y afianzar nuevos proyectos. Durante ese tiempo presencié -silente y a distancia- la lamentable desaparición de Karavelita, Demetrix y Midas; los dimes y diretes que provocó el concurso de blogs del Listín Diario; las desventuras de Tania; el matrimonio de Cheluca; la prueba de los 300 comentarios que propone Cristian Díaz y la reunión de «twitters».
Mis días también han estado muy movidos. Demasiada intensidad. Ha pasado de todo un poco, bueno y malo. Sin orden de prioridades, permítanme ponerlos al corriente: Me convertí en padrino de bautizo de mi hermosa sobrina; contra todo pronóstico me reintegré a la familia de CDN; me reactivé como periodista de prensa escrita para dos publicaciones nuevas (una física y otra virtual) y Esperancita fue impactada por una pieza que salió disparada de otro vehículo.
Como si fuera poco, a la hora de pagar la cuenta en un importante café me cobraron 3,396 pesos en vez de los 396.90 que hacía mi orden -y lo peor del caso es que aún no han podido arreglarlo con el banco en el que tengo la tarjeta con la que pagué-, me pusieron una multa de Amet injustificadamente y concluyó una historia de amor.
Hoy me he propuesto oficialmente despertar del letargo y retomar -en la medida de lo posible- «La otra nota». Un refugio de emociones y sueños que me ha resultado bastante saludable.
Gracias a todos por la fidelidad. He visto que las estadísticas del blog y la frecuencia de comentarios se han mantenido estables, a pesar de los pesares. Qué mejor gasolina que esa para continuar.
La otra nota 