Un gran aliado. Ese es mi papá. Me tomó años asumirlo.
Durante la infancia, sentía un profundo rechazo por él. No fue fortuito. Hubo una serie de acciones que motivaron ese malestar y que definitivamente me marcaron por siempre. Ante mis ojos, era un ogro, un tipo abusivo que no medía consecuencias con tal de hacerse sentir. En más de una ocasión, incluso llegué a manifestar muy convencido que su muerte me podía resultar indiferente.
Bien dicen que el tiempo no pasa en vano, que es sabio y pone cada cosa en su lugar. Doy fe de ello. Me hizo entender que en el fondo nunca tuvo malas intenciones y que solo se manejaba con las herramientas que le proporcionó su limitada educación. Que hacía su mejor esfuerzo por disciplinarnos (a mis hermanos y a mí) y encaminarnos por el sendero correcto.
Haber caído en cuenta de semejante realidad, cambió toda perspectiva. Si bien no somos de mucho hablar o de vernos a diario -vivo solo desde 2009-, don Marcos siempre se encuentra disponible para mí, y lo valoro sobremanera. A veces, está más pendiente de muchas de mis cosas que yo mismo. Además, me vive estimulando a perseguir los sueños.
No soy padre ni padrino de nadie. Pero, espero algún día tener el privilegio, porque sé que seré el mejor de todos, no solo porque así me lo he propuesto, sino porque -a pesar de sus errores- tengo en el mío un gran ejemplo.
Deja una respuesta