Ayer, mientras conducía «Esperancita» (la de la foto), caí en cuenta de muchas de las cosas por las que tienen que pasar los peatones día tras día y me convencí de que andar «montado» en RD no tiene precio. Entre las ventajas que tiene se pueden citar:
– No hay que esperar una hora o más a que una OMSA se decida a pasar.
– Reduces (hasta cierto punto) la posibilidad de sufrir atracos.
– No hay que coger lucha buscando por dónde cruzar en una ciudad diseñada exclusivamente para automóviles. Para nadie es un secreto que hacen falta puentes peatonales y que se han perdido muchas vidas por ello.
– Controlas mejor tu tiempo.
– No te mojas si llueve (al menos que tu carro tenga algún tipo de filtración).
– No hay que andar «pegao» aguantando todo tipo de apretones y «olores» en un carro público, motoconcho o voladora.
– Escuchas la música o el programa de radio que se te antoja. No los que te ponen por «default» que por lo regular son o una bachata, o un merengue, o una canción del suicida en potencia Marco Antonio Solís, y en el peor de los casos, «Radio Mil Informando» o «El gobierno de la mañana».
– Llegas como nuevo a tu destino. Limpiecito y fresquecito como una lechuga.
– No hay que estar atento a cuánto subió el pasaje. Ni a las dichosas huelgas de transportistas que paralizan el país.
– No hay que pagar el montón de «cuartos» que ahora te piden los taxistas, por más corta que sea la ruta.
– No hay que esperar a que alguien sea lo suficientemente amable como para darte el paso en las múltiples intersecciones huérfanas de semáforos o agentes de tránsito.
Por esas y otras razones, ya no me acostumbro a la idea de estar «a pies». En otras partes del mundo, andar en vehículos puede resultar un lujo, pero aquí es de rigor. Díganme que no.